II Vísperas

HIMNO
I
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave! 
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, 
que a vida eterna sabe 
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuan delicadamente me enamoras! Amén.

II
¿Quién pone en pie la sangre que cedía, 
quién anima la llama vacilante? 
Juan de Santo Matía, 
peregrino de Dios y caminante.

Frente signada por la Eterna Mano, 
pie que pisa la tierra y pisa el cielo, 
palomar silencioso y soberano, 
donde forja novicios el Carmelo.

Por ese corazón se va a la gloria
de la esperanza, al sol de la alegría...
¡Pozo de la memoria
manando un agua pura cada día!

Por soledosos campos de ternura 
avanza, en sus amores inflamado; 
con cíngulo de cielo a la cintura, 
un pecho en el dolor transfigurado.

Juan de la Cruz, tu nombre es la bandera
que convoca a los unos y a los otros.
Desde tu inagotable primavera
pide a Dios por la Iglesia y por nosotros. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Dios, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho vivir con Cristo.

Salmo 14

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda 
y habitar en tu monte santo?

El que procede honradamente 
y practica la justicia, 
el que tiene intenciones leales 
y no calumnia con su lengua,

el que no hace mal a su prójimo 
ni difama al vecino, 
el que considera despreciable al impío 
y honra a los que temen al Señor,

el que no retracta lo que juró, 
aun en daño propio, 
el que no presta dinero a usura 
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.

Ant. Dios, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho vivir con Cristo.

Ant. 2. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.

Salmo 111

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos. 
Su linaje será poderoso en la tierra, 
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia, 
su caridad es constante, sin falta. 
En las tinieblas brilla como una luz 
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. 
El justo jamás vacilará, 
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor. 
Su corazón está seguro, sin temor, 
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta, 
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse; 
la ambición del malvado fracasará.

Ant. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.

Ant. 3. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Cántico Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo, 
antes de crear el mundo, 
para que fuésemos santos 
e irreprochables ante él por el amor.

El nos ha destinado en la persona de Cristo, 
por pura iniciativa suya, 
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre, 
hemos recibido la redención, 
el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia 
ha sido un derroche para con nosotros, 
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan 
que había proyectado realizar por Cristo 
cuando llegase el momento culminante: 
recapitular en Cristo todas las cosas 
del cielo y de la tierra.

Ant. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

LECTURA BREVE ICo 13, 8-10. 12-13; 14, 1a
El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía? -se acabará. ¿El don de lenguas? -enmudecerá. ¿El saber? -se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limi¬tada es nuestra profecía. Pero cuando venga lo per¬fecto; lo limitado se acabará. Ahora vemos confusa¬mente en un espejo; entonces veremos cara a cara.
     Mi conocer es por ahora limitado, entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: que¬dan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor. Esforzaos por alcanzarlo.

RESPONSORIO BREVE
R/. Es fuerte el amor como la muerte. * Es centella de fuego, llamarada divina. Es fuerte.
V/.  ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? * Es centella. Gloria al Padre. Es fuerte.

Ant. Magníf. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; y que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos.

PRECES
Demos gracias a Dios Padre, que se ha dignado, por su querido Hijo Jesucristo, enviarnos su Espíritu para que, compartiendo el mismo ser de Dios, sea¬mos en la Iglesia testigos del Amor; supliquémosle diciendo:

Por intercesión de san Juan de la Cruz, escúchanos, Señor.

Otorga a tu Iglesia una fe divina, que ilumine a cuan¬tos van a tu encuentro con sincero corazón,
y los conduzca hasta la íntima comunión contigo.

Concede a quienes te buscan afanosamente la espe¬ranza del cielo,
que tanto alcanza cuanto espera.

Derrama en nosotros tu caridad,
para que pongamos amor donde no hay amor.

Haz que los carmelitas, a ejemplo de María, su madre, 
sean siempre dóciles y fieles a las mociones del Espíritu Santo.

Concede a nuestros hermanos difuntos su última purificación,
a fin de que puedan cuanto antes entonar el cánti¬co del amor en compañía de tus santos.

Padre nuestro...

Oración
Señor Dios nuestro, que hiciste de san Juan de la Cruz, nuestro padre, un modelo de abnegación evan¬gélica y un perfecto amador de Cristo crucificado-concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina,' lleguemos hasta la contemplación eterna de tu gloria Por nuestro Señor.


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